Dentro de las sensaciones corporales podemos establecer dos apartados. Uno corresponde a las personas que tiene una fuerte sensación corporal más o menos continua, incómoda, que les da miedo, que les limita incluso, de alguna forma. Añadido a esto, pueden tener una carencia total de conciencia de vivir una cuestión emocional. En este caso acuden a diferentes especialistas en busca de la enfermedad física que se oculta. Todas las exploraciones han dado negativo. Pero eso no suele ser suficiente y siguen buscando. Parece que necesitaran un buen diagnóstico físico para quedarse tranquilos. Parece que muy inconscientemente prefirieran que fuera algo físico. Niegan cualquier problema emocional. Cosa que todo el mundo los tiene de alguna manera, pues la vida nos plantea múltiples problemas, desafíos, cambios de etapa, pérdidas, etc. Se resisten a una exploración de sus emociones.
Evidentemente siempre hay enfermedades físicas que pasan sin diagnosticar.
En el otro lado tenemos las múltiples sensaciones corporales que tenemos más o menos continuamente. No solo molestas, también agradables. Frecuentemente un paciente puede acabar la sesión con una sensación de relajación. Estas sensaciones son un recurso muy importante en terapia. Nos ayuda a ver más directamente lo que está pasando en la sesión o lo que está viviendo la persona.
Pueden coincidir las dos posiciones: sensaciones corporales que hacen buscar una enfermedad física unidas a una conciencia de tener problemas personales que queremos trabajar en psicoterapia.
Supongo que esa autonomía del cuerpo al expresarse, más allá de lo que pensemos sobre nosotros mismos, fuera de nuestro control, es una auténtica revolución. No por nada no fue hasta el siglo veinte en que se acuñó el término de inconsciente. Este salto ha aceptar que no tenemos todo el conocimiento y control de nosotros mismos fue y es una revolución que se produce cada día dentro de nosotros y que no acaba de ganar la batalla.
Como ejemplo, una sensación que todos conocemos, la sensación de cansancio, de falta de fuerza. Frecuentemente se utiliza el término corporal “cansancio” para expresar sin hacerlo del todo, la tristeza o el desánimo. Muchas veces no es fácil, por una parte, reconocer ese tipo de sentimiento ante uno mismo y, por otra, comunicarlo a los demás. Tengo la convicción de que cuando se habla de cansancio con una determinada expresión corporal, los demás entienden que se está hablando de tristeza, o de tristeza unida a un cansancio físico. Como terapeuta, me parece adecuado identificar los sentimientos por su nombre. Por ello cuando se habla de cansancio, suelo preguntar si hay tristeza. La respuesta suele ser “sí”.
Sabido que tenemos una ventanita a ese mundo inconsciente, como es la de los sueños, no lo tenemos todo conquistado. Por un lado, son directas, no mienten, pero por otro, vienen un poco encriptadas. Algunas harán a los pacientes más conscientes de sus sentimientos inmediatamente y otras quedarán por descifrar.
Mi trabajo como psicoterapeuta y psicodramatista consiste en no perderme por el laberinto de los pensamientos ayudado por el “hilo de Ariadna” que es el cuerpo.
Voy a tratar de abordar las diferentes sensaciones en diferentes partes del cuerpo y su posible significado emocional. Una tarea imposible en cierto modo, pues cada persona lo vive de una manera. Además, cada cultura da un significado diferente a las diferentes partes del cuerpo.
Trataré de recordar diferentes sensaciones corporales que me han relatado las personas que han acudido a mi consulta, la mías propias y todo lo que he aprendido sobre ello.
“Lo que no se sospecha no se encuentra”. Esta máxima médica nos invita a preguntar por las sensaciones corporales. Si no sospechamos que el cuerpo nos está dando mensajes, no lo preguntaremos y casi nunca nos los dirán.
Esto vale para nuestro propio cuerpo también. Este nos da señales acerca de cómo nos sentimos con nuestro paciente, o en nuestro grupo. No siempre es fácil aceptar el cómo nos sentimos en nuestro trabajo con personas, aceptar el enfado, la tristeza, el tedio, etc. El tedio, el aburrimiento, es para mí y debe de ser una señal de alarma. No trabajo bien aburrido y doy por hecho que mi cliente lo nota, consciente o inconscientemente. Incluso tal vez él prefiera eso al vértigo de abordar el tema de fondo. Se hace necesaria una paciencia comprensiva para con la lucha que tiene nuestro paciente contra la manera de ser y funcionar que siempre adoptó. La paciencia me resulta sospechosa, prefiero llamarla empatía teniendo en cuenta mis propias luchas internas. Si entro en aburrimiento algo estoy haciendo mal.
Voy a intentar una cierta clasificación de las sensaciones que las personas traen a la consulta y de los significados que pueden tener. Una tarea imposible pero que nos dará una idea acerca de por dónde van las cosas en este tema. Al final, cada persona tiene su propia manera de sentir el cuerpo y de simbolizar en él sus problemas.